Estamos tan acostumbrados a tenerlo todo, que el simple hecho de olvidarnos el teléfono en casa nos produce una angustia tal, que no nos permite darnos cuenta de que lo realmente importante no lo estamos cuidando. Con el nivel de vida al que nos tienen acostumbrados estamos descuidando lo único sin lo que no podemos vivir. La tierra. Bestias del Sur Salvaje es un grito de socorro en nombre de las regiones que están en peligro de desaparecer por culpa del cambio climático y establece un paralelismo con la realidad, denunciando el abandono que sufren las poblaciones asoladas por catástrofes naturales.
Al sur de la tierra el nivel del agua está subiendo a toda velocidad y los diques que rodean los pequeños poblados que se asientan junto a los pantanos se están hundiendo. En Bathtub (Tina/Bañera), una de esas comunidades bayou, vive Hushpuppy (Quvenzhané Wallis), una niña que vive, bueno sobrevive, prácticamente sola, rodeada de animales salvajes, abandonada por su madre y con un padre, Wink (Dwight Henry), que se pasa el día en el bar hasta que un día cae gravemente enfermo. Por si esto fuera poco, se aproxima una tormenta de cien años que, además de inundar el bayou, acelerará el deshielo y liberará unos feroces animales prehistóricos que quieren acabar con ellos. Hushpuppy nos enseñará a que no se llora ante las adversidades, que la única manera de sobrevivir es arreglarlo y seguir adelante aunque sea una catástrofe épica.
Bestias del Sur Salvaje es un drama fantástico de 2012, basado en la novela ‘Juicy and Delicious’ de Lucy Aliber, quien colabora en el guión de esta película debut de Behn Zeitlin, que se ha guisado y se ha comido él solito el guión, la dirección y la música de esta delicia audiovisual de cine independiente. Es una de esas películas que te dejan con una sonrisa en la cara a pesar de la dureza del contexto que la envuelve. De las que sigues recordando y recomendando meses y meses después, a pesar de ser de bajo presupuesto y de estar rodada con actores desconocidos.

El festival de Sundance, donde consiguió el premio a la mejor película y mejor fotografía, fue el pistoletazo de salida para un sinfín de nominaciones y premios de casi todos los festivales de cine de ese año, incluídas cuatro nominaciones de las gordas a los Oscar. La mayoría de recaudación de galardones vino por parte de la pequeña Quvenzhané Wallis, incluída la nominación al Oscar a la mejor actriz para la intérprete más joven de la historia, a la que no se le puede poner ni un pero. Excelente elección. Qué mirada, qué manera de expresarse… aparezca lo que aparezca en el plano ella ejerce toda la atracción. Una de esas personitas que te hacen pensar que, en el fondo, muy en el fondo, el ser humano no da asco y no merece la extinción, sino que merece la pena.
Y todo ese positivismo se ve reforzado con un montaje que va cambiando de ritmo, según marca la música creada por Zeitlin y potenciando una fotografía casi documentalista que te permite recrearte en los planos. No debe ser fácil un rodaje en pantanos. Y niños. Tanta agua alrededor, y tanto equipo que se estropea con el agua. Y niños. Con agua.
Sin duda estamos ante un gran trabajo de dirección, tanto técnica como de actores, en la que todas las intenciones están puestas en transmitir ese sentimiento de felicidad de verdad. Un dramón que no produce ninguna tristeza y que te da “forza para viví” que decía aquel.