jueves, 18 de febrero de 2016

HE VISTO... Dentro del Laberinto.


No lo he podido evitar. Para una friki ochentera cuyo salón está decorado con los pósters originales de Los Goonies, La Historia Interminable o la imagen que está sobre estas líneas (entre otros) el mejor homenaje póstumo que podía hacerle a David Bowie era ver y comentar esta película. Verla, la vi el mismo finde que, por desgracia, el Duque Blanco osó a marcharse, eso sí, muy educadamente, diciendo adiós con su último trabajo recién salido del horno... no se si esta expresión es la más adecuada en este momento, pero es lo que hay. La vi entonces, pero otro fallecimiento un poco más cercano, entre otras cosas, no me ha dejado sentarme a escribir sobre ella antes. Y ahora que estoy aquí, vamos al lío.

Si tengo el cartel de la película colgando de una de mis paredes creo que no tengo que extenderme mucho en haceros ver que conocí y empecé a admirar a David Bowie desde muy pequeña. Ya por aquel entonces me flipaba su pupila, que tardé años en descubrir que no era maquillaje ni una lentilla, y a partir de ahí, sin ser fan loca de su trabajo, siempre lo he seguido más o menos de cerca y decenas de canciones suyas se agolparon en mi cabeza cuando me enteré de la triste noticia. David Robert Jones es el camaleónico artista que está detrás de las influencias de las influencias de todo lo que conocemos. Vestuario, peluquería, maquillaje, el mundo del estilismo en general se ha visto revolucionado y reinventado una y otra vez por esta leyenda, no sólo de la música, sino del mundo del arte en general. Sin llegar a protagonizar un musical, sí se aprovechó el tirón de contar con Starman (en el momento del estreno Bowie presentaba el videoclip de Lazarus, del álbum Blackstar), para que cantase sus propias canciones como parte de la banda sonora en la película. La escena festiva en la que interpreta el tema principal, Magic Dance, es más videoclip que muchos videoclips.

Además de Bowie, que evidentemente tiene un papel de peso en la historia, Dentro del Laberinto tiene mil cosas que gustan. Ponle esta película a cualquier niño no alienado por un móvil o una tablet y alucinará. Además de una jovencísima, pero llena de fuerza, Jennifer Connelly, interpretando a Sarah, el personaje sobre quien se apoya toda la historia, y el ya mencionado David Bowie, lo que ha hecho envejecer tan tremendamente bien a esta y otras obras del momento son las marionetas. Con muy poca post-producción y unos escenarios gigantes construidos a la antigua usanza, nada cicloramas de fondo verde ni diseños por ordenador, consiguieron rodar una historia de aventuras que no tiene nada que envidiar a las de ahora, más bien es al revés. La magia de este tipo de cine es que todo está ahí, y a mi me parece genial. Y ¿de quién podría ser obra esta genialidad que apoya la mitad de la interpretación en muñecos? Pues nada más y nada menos que de Jim Henson, el creador de los Muppets, los Teleñecos, vaya, quien, por soltaros ya todo el rollo técnico, realizó el diseño de los personajes en colaboración con Brian Froud, y viceversa en El Cristal Oscuro, otra mítica, siendo animados, no los creadores, sino los muñecos por Frank Oz y Dave Goelz, estos son los de Fraggle Rock y Barrio Sésamo. También anda por la producción la mano de George Lucas, cuando estaba en su sano juicio y el guión, un laberinto en sí mismo corre por cuenta de un tal Terry Jones (Monty Python) quien tuvo que simplificarlo unas veinticinco veces para que se pudiera entender. Casi toda mi infancia unida en un mismo proyecto. Ahí es nada.


La historia, si existiera algún ser humano que no supiera de qué va, cuenta la historia de Sarah, una adolescente que tiene que cuidar de su hermano pequeño, Toby (el hijo de Brian Froud) un sábado por la noche. Cabreada porque el niño no para de llorar e influida por un libro titulado Laberinto (que existe de verdad y fue escrito por ACH Smith a partir y según se iba desarrollando el guión) en un momento de desesperación, sin querer, recita unos pasajes del libro e invoca a Jareth, el Rey de los Goblins para que se lo lleve. Sarah se ve obligada a seguir a una lechuza e introducirse en un laberinto que encierra la ciudad de los Goblins y encontrar a su hermano antes de que sea convertido en uno de los esbirros del rey. En su camino encontrará varios amigos, algunos más francos que otros que la ayudarán en su misión. Así Hoggle, Sir Didymud y su perro-corcel Ambrosio y el tierno monstruo de pelo rojo, Ludo. 

A lo largo de la historia, en las diferentes zonas y atmósferas del laberinto, encontraremos claras referencias a Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, El Mago de Oz, de Frank Baum y Donde Viven los Monstruos, de Maurice Sendak, hasta las escaleras de Escher tienen cabida aquí, todo obras recurrentes para un diseño de producción fantástico, que nos transporta a mundos de analogía perdida, además de los títulos que acompañan a Laberinto en la estantería de Sarah. Todas estas referencias sirven para hacernos llegar al mensaje de la película, en el que una mente adulta debe tomar el control del subconsciente y empezar a responsabilizarse de sus actos, pero siempre manteniendo el espíritu alegre de un niño.


Algunas mentes calenturientas han querido darle una vuelta de tuerca a este mensaje y corren por las redes un montón de teorías locas que hacen del visionado una experiencia no tan inofensiva como parece. Mi favorita, la que dice que el niño Toby no es el hermano de Sarah, sino su hijo, al que ha tenido siendo adolescente, y del que no se quiere responsabilizar, añadiendo en algunos casos desvaríos varios sobre violaciones representadas por el rey de los Goblins. Yo ahí ni entro ni salgo porque no tengo la oportunidad de hablar con guionista ni con el director para que me lo cuenten. Lo que si que puedo decir es que la película, tal cual, sin buscar mensajes conspiranoicos ocultos, me parece una muy buena opción para ver con los pequeños, con tu pareja en una tarde tonta de ésas, o tú solo, como hice yo el otro día.

Sea como sea, devoradla sin ningún tipo de remordimiento, que esto no engorda nada más que el cerebro. 


4 comentarios:

  1. Peliculón que he visto muchas veces y que creo que ya toca volver a ver (donde se pongan marionetas que se quite tanto ordenador xD). Desconocía que Terry Jones estuviera involucrado en el proyecto, nuevo dato para mi cerebro friki :)

    Gran artículo señorita (como siempre, que escribe usted que da gusto)

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    1. Ya he visto que la has re-visto :) Era magia antes y lo es ahora, a que si?
      Gracias SIEMPRE por comentar!!

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  2. Es verdad, reúne tantas cosas que me gustan por separado que es para mi imposible no idolatrarla de arriba a abajo.

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    1. Para la 'generación del teleñeco' esto es muy, muy top. Esto fue EL PROYECTO.
      Gracias por comentar! :)

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