domingo, 26 de julio de 2015

HE VISTO... Jurassic World.


Me ha costado mucho no leer nada y mantenerme todo lo virgen que los trailers y clips previos al estreno me han dejado. Si eres fan de Jurassic Park evidentemente no te va a llenar como lo hizo esta en su día (y hoy, qué coño!) pero el visionado se vuelve realmente entrañable, gracias a la cantidad de referencias, recuerdos y similitudes con su predecesora.

Jurassic World es como un Port Aventura de dinosaurios levantado sobre la misma isla en la que se hizo el primero intrento. Un mega parque de atracciones cuyas diversiones incluyen manadas y manadas de dinosaurios. En estas atracciones sí que no han reparado en gastos: un zoo de crías de 'vegetasaurus', para los niños, pero donde a todos nos gustaría revolcarnos y repartir abracitos, una cúpula gigante con cientos de pterodáctilos, un delifinario que acabaría con la sequía de Murcia que alberga una mosasaurus y un sinfín de atracciones para pasear entre dinosaurios hasta en kayak.

Como en todo parque de diversiones, para hacer que la gente vuelva, hay que ir introduciendo elementos nuevos. En la Warner es una montaña rusa nueva y aqui son dinosaurios creados en un laboratorio. Más grandes, más voraces, con más dientes... cómo somos. Toda la trama es Jurassic Park a lo grande, y ya: los sobrinos de la directora del parque, Zack y Gray, van a pasar un estupendo fin de semana disfrutando de las atracciones. Un paseo de presentación y justo cuando se montan en la girosfera, unas esferas transparentes, sustitutas de los todo terrenos por raíles y con las que se experimenta una estampida controlada de gallimimus, se desata la tragedia. Una tragedia llamada Indominus Rex, un híbrido de dinosaurios modificados genéticamente, enorme, voraz, inteligente y con muchos más dientes, además de otra ventaja indiscutible, si la comparamos con el T-Rex y sus bracitos. Por supuesto, el dinosaurio gigante se escapa y se lía parda. Muy parda. 

Por suerte, en esta entrega contamos con Owen Grady, el hombre que susurraba a los velocirraptores, que además de entrenar la conducta de tres raptors, dispara muy bien. Es un personaje para nada creíble, pero siempre mola ver a Chris Pratt haciendo el macarrilla molón. 
Si no esperas nada nuevo de Jurassic World y la ves con ese espíritu la disfrutarás al máximo. Como tengas media expectativa, al final te llevarás un chasco. Por suerte 'la nueva trama' tampoco deja mucho lugar a la imaginación, porque estamos ante la versión XL de Jurassic Park, pero ni todos los efectos especiales del mundo harán que momento tierno con la brontosaurio moribunda le llegue a la altura en emoción, y si me apuras de realismo, de la escena del profesor Alan Grant con la tricerátops intoxicada., A Grant sí que se le echa de menos en la peli, tanto detalle, tanto recuerdo... no se cómo no han tirado de este actorazo que nos hizo ser fans de los velocirraptores. Del mismo modo, por mucho que la Idomatus se ponga a gritar como una loca al irrumpir en ESA sala de exposiciones no se puede comparar los el escalofrío que nos recorrió a todos la espalda cuando vimos hacer lo mismo a la T-Rex de la primera.

Y si la película es un símil de lo ocurrido en el parque, no podrían ser menos los velocirraptores, el alma de la fiesta, aunque en esta no nos aterrorizan, sino que son tan adorables que me recuerdan a mis perros.

La verdad es que con tanta acción se agradece que hayan sustituído a los niños gritones por unos chavales igualemnte acojonados, pero que te dejan los tímpanos intactos. Y no podía faltar un malo malísimo (el soldado Patoso vapuleado por los años) que se quiere hacer rico robando los embriones de dinosaurio.

Por fin Jurassic Park tiene una secuela digna de llevar su nombre para que la dos y la tres puedan desaparecer de la faz de la tierra. Muy logrado el trabajo de desarrollo/copia de una película basándose en la otra del director Colin Trevorrow, con el asesoramiento directo de papá Spielberg, que siempre ayuda.


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