domingo, 25 de enero de 2015

HE VISTO... Interstellar.


A unos porque nos gusta, y matizo que sólo he dicho que me gusta, no se vaya a ofender nadie nada más empezar, y a otros porque, por algún extraño motivo, les molesta que este señor haga buen cine, pero el fin de semana de su estreno, la película más comentada y que ha arrasó en taquilla, le pese a quien le pese, fue Interstellar, de Chistopher Nolan.
La historia de un grupo de astronautas valientes, que se ven obligados a abandonar a sus familias y partir al espacio exterior con la misión de salvar a la humanidad de su pronta extinción. Ya no hay casi alimento y constantes tormentas de polvo acabarán con la salud y el agua que queda en la tierra. Para lograrlo tendrán que atravesar un agujero de gusano y buscar un planeta que cumpla las condiciones ideales para que el ser humano lo invada y lo joda otra vez. Una epopeya espacial que  ha conseguido emocionar a más de uno. O una, en este caso.
Sí, epopeya. Y no vaya a pensar nadie que estoy endiosando la obra de Nolan, en mi defensa tengo que decir que, según un diccionario random, “Epopeya” es una narración extensa (la peli dura tres horas) de acciones trascendentales o dignas de memoria para un pueblo (encontrar un nuevo emplazamiento para la agonizante humanidad de la tierra puede considerarse digno), en torno a la figura de un héroe (en este caso dos, Cooper, interpretado por Mattew McConaughey, y Amelia, Anne Hathaway con un peinado monísimo, que encabezan la misión espacial, como el piloto más experimentado de la tierra y la hija del científico a cargo de la misión, respectivamente). Así que se puede decir que cumple las premisas para ser calificada como Epopeya Espacial con mayúsculas.
Dividida en tres actos claramente diferenciados, la fantasía y la ciencia-ficción se reparten a partes iguales en toda la trama, pues las dos referencias principales de esta película son inseparables. Y es que lo realmente enriquece esta película son las referencias a otras obras. Por supuesto que hay más, sobre todo si os spoileo media peli, pero como ninguno queremos eso, os pongo las más evidentes, que no incurren en nada grave, y todos contentos.
La parte fantástica viene abanderada por Arthur C-Clarke, autor, por supuesto, de lo primero que nos viene a la cabeza conforme nos adentramos en el universo de Interstellar: 2001, Odisea en el Espacio, la novela que inspiró la que se puede considerar LA Epopeya Espacial del cine. Cualquier película que contenga filosofía y ciencia ficción, con naves espaciales y muchas preguntas trascendentales, nos lleva irremediablemente a la obra de Kubrik. Ya que esta referencia era evidente (el propio Nolan reconoció haber concebido Interstellar siendo plenamente consciente de la existencia de 2001) se ha querido realmente dejar claro que la referencia es a la obra de Clarke, haciendo que la nave de Interstellar tenga la misma apariencia que la que se describe en la novela del mismo autor “Cita con Rama”.
La parte científica está basada en las teorías de Kip Thorne, número uno en implicaciones de la Teoría de la Relatividad Espacial, colega de Stephen Hawkins y que ha colaborado en el desarrollo de la coherencia del guión, (aunque en ocasiones sea poca) como ya lo hizo con Robert Zemekis en Contact. Sin él ninguna de estas dos películas molonas hubiera tenido el mismo sentido.
No puedo pasar por alto la constante referencia al famoso poema de Dylan Thomas a la muerte de su padre, nombrada la oda a la muerte más artística del siglo XX y que el personaje de Michael Caine repite varias veces “Do not go gentle into that good night”. Plasma la angustia de un padre por no volver a ver a sus hijos, ya sea por la muerte o porque se va a hacer un viaje interestelar, en el que el tiempo pasa de manera diferente.
También es evidente la referencia  a Las Uvas de la Ira, con todo ese rollo de la tierra y el polvo en el que nos convertiremos. Incluso puede contener trazas de la Inteligencia Artificial, de Steven Spielberg, trasmitiendo el mensaje hippie, y un poco egocéntrico a mi parecer, de que nuestra energía y amor son los que mueven el mundo, como si no hubiera nada más ahí fuera.
Supongo que muchos irán arrastrados porque es del director de Batman, otros porque ya habrán disfrutado de los placeres cinematográficos de Memento, El Truco Final u Origen, y saben de lo que son capaces estos hermanos, pero da igual el motivo, lo que importa es verla, porque el resultado merece la pena.
No es perfecta, claro, podríamos darle mil vueltas a la relatividad y a los agujeros de gusano, pero es que es eso,  una película,  no una tesis espacial. El guión es grande, puede que en algunos momentos flojee, pero sólo porque los puntos álgidos lo son en todo su esplendor, y Nolan nos los envuelve en un espectáculo visual tremendo. Y la banda sonora de Hans Zimmer, o la ausencia de ella en secuencias clave, es brutal. No tengo nada más que añadir, señoría.

Esta entrada fue publicada originalmente en La Isla de las Cabezas Cortadas, la web friki más elegante, el 12 de Noviembre de 2014, y la podéis ver aquí.


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