Aviso: No voy a ser imparcial. Con Martin Scorsese no puedo serlo. Y tampoco quiero. Eso es lo que los fans acérrimos hacemos con nuestros ídolos: admiramos, babeantes, toda su obra, y perdemos un poco el criterio. En este caso, podemos ir incluso más allá. Hablamos de que, para mí, el cine de Scorsese ES el criterio. Es uno de esos directores que, haga lo que haga, siempre presenta trabajos impecablemente rodados, y, a la vista están los grandes títulos que avalan su carrera. Ya lo dice el refrán “más sabe el diablo por viejo, que por diablo” y Scorsese es el ejemplo. No se trata de agradar a la mayoría con lo que pide la mayoría, sino saber conquistar a esa mayoría con la historia que tú quieres contar.
El Lobo de Wall Street, cuenta, en primera persona, el alzamiento, el reconocimiento, la admiración y envidia que suscitaba, los excesos y los malos hábitos a los que acostumbraba, hasta llegar a la estruendosa caída del personaje que hizo temblar los cimientos de la bolsa, Jordan Belfort. La historia de un tipo, cuyo mayor poder era su discurso, perfectamente retratado en la película, y que ganó millones de dólares a costa de estafar a sus clientes.
Protagonizada por un brutal Leonardo DiCaprio, que no necesita a nadie en quien apoyar su interpretación, y sobre el que recae absolutamente todo el peso de la conducción de la trama: Narración en primera persona, spots publicitarios, discursos, pensamientos internos… incluso se atreve a romper la cuarta pared y explicar directamente a la audiencia, mientras camina imparable hacia ella, su particular visión del negocio. “Lo único que tenéis que saber es que todo lo que hacíamos era ilegal”. 
Notable la actuación corporal de DiCaprio en una escena, tan bizarra como cómica, de excesivo consumo de drogas que impiden la correcta movilidad del cuerpo, a la altura de la interpretación de Johnny Depp de los efectos del adrenocromo en Miedo y Asco en Las Vegas. Un DiCaprio tan capaz de mantenernos alerta como de dejarnos sobrecogidos, a pesar de ser el enemigo financiero, en un demoledor plano final, donde vemos a un Belfort derrotado, recién salido de prisión.

Notable la actuación corporal de DiCaprio en una escena, tan bizarra como cómica, de excesivo consumo de drogas que impiden la correcta movilidad del cuerpo, a la altura de la interpretación de Johnny Depp de los efectos del adrenocromo en Miedo y Asco en Las Vegas. Un DiCaprio tan capaz de mantenernos alerta como de dejarnos sobrecogidos, a pesar de ser el enemigo financiero, en un demoledor plano final, donde vemos a un Belfort derrotado, recién salido de prisión.
Por suerte, el tono de la narración es cómico y distendido, plagado de un controvertido leguaje soez y de algunas escenas que sólo caben en la mente de un depravado, que han conseguido, para bien o para mal, que esta película esté en boca de todos.
El montaje acelerado y sin pausa al que se ve sometida la cinta, hace que las tres horas que dura, pasen sin sentirlas, como sólo Scorsese sabe hacerlo, manteniendo nuestra atención al máximo de principio a fin. En este caso, con más motivo, ya que, el ritmo que se nos impone es el mismo ritmo que le impone la cocaína a Jordan Belfort, y que consigue hacernos disfrutar de una película con todos los efectos del consumo: diversión, estimulación, exaltación y bajón. Por ejemplo, mediante un montaje en plano fijo, mientras cambian a toda velocidad los elementos internos del plano, somos partícipes del ritmo vertiginoso al que creció la empresa y, al igual que todos a su alrededor, lo aceptamos sin preguntarnos nada más.

Hemos cambiado mafiosos por brokers y armas por teléfonos, pero la historia es la misma: la gran epopeya de la corrupción en América. Y en El Lobo de Wall Street viene perfectamente marcada en un grito de Belfort durante uno de sus exaltados discursos “¡Stratton Oakmant es América!”.
Sólo me queda destacar la magnífica adaptación del guión, basada en el libro autobigráfico de Jordan Belfort, editado por Grupo Planeta para el que quiera curiosear, que ha estado a cargo de Terrence Winter, autor del guión de Boardwalk Empire, cuyo primer capítulo dirigió Scorsese, y que anteriormente había adaptado “Honrarás a tu padre”, de Gay Talese, para confeccionar el guión de Los Soprano.
El mejor cine que sabe hacer Scorsese. Puro, sin adulterar, listo para consumir, que te engancha de principio a fin y sólo te deja con ganas de más. Agradecida y emocionada, gracias por invertir.
Esta entrada fue publicada originalmente en La Isla de las Cabezas Cortadas, la web friki más elegante, el 20 de Enero de 2014, y la podéis ver aquí.